domingo, 27 de septiembre de 2009

Crónica 51 - Las vueltas de un libro

Terminé de leer esa obra de arte que es Cien Años de Soledad y pienso qué genialidad la de García Márquez al representar la soledad del ser humano de esa manera. Porque todos esos personajes que se suceden unos a otros y cuyas decisiones afectan a los demás de una u otra forma, en realidad están siempre solos. Nunca terminan de relacionarse con el de al lado. Me da la sensación de que nunca se comprendieron. La mayoría tenía una vida interior riquísima, pero que sólo quedó en eso. Los otros nunca terminaron de saber quiénes eran en realidad sus parientes. Tal vez Rebeca sea el personaje donde más se nota. Pero no es la única.

Esta breve reseña de las reflexiones que despertó en mí el libro no está influenciada (para bien o para mal) por ningún otro análisis que se haya hecho. ¿Por qué? Porque si hay algo que no leí todavía en esta vida -que está llegando a sus bodas de plata consigo misma- son análisis de Cien Años de Soledad. No sé cuál es la razón, pero no me interesó nunca leer ninguna reseña.

Lo cuento, no porque me enorgullezca de esta situación, sino porque me parece curiosa la manera en que llegué finalmente a leerlo. Desde la secundaria que tengo interés en el libro. Mi profesora de Lengua y Literatura lo había incluido en una lista de la que debíamos elegir cuatro libros para leer a lo largo del año. Por esas ignorancias de la vida y por la casualidad elegí otros. Dos de Ernesto Sábato, uno de Paulo Coehllo y el genial Rosaura a las diez de Marco Denevi.

Desde ese momento, decía, el libro llamó mi atención pero también me esquivó. Ahora entiendo que tal vez fue mejor porque a lo mejor no estaba preparada para comprenderlo muy a fondo en esa época.

Aunque no hubiera leído el libro, podría haber leído reseñas o análisis sobre él. Pero eso, por una cosa o por otra, no ocurrió.

En fin, un día un músico de una banda británica que escucha mi hermana leyó el libro mientras estaba de gira y lo recomendó. Ella lo reflexionó y pensó que lo que este señor músico había comentado era motivo para leer un libro tan afamado. Lo que más llamaba la atención era el hecho de que él hubiera confesado necesitar recurrir a un árbol genealógico para no perderse en algunos momentos. Mi hermana lo leyó y le gustó. Me dirán: no es necesario que lo diga tu hermana para que te des cuenta de que es un excelente libro. Está bien, acepto el comentario. Sin embargo, yo necesité que ella lo leyera y me lo pasara a mi para poder descubrir esa obra de arte de la literatura.

Lo más curioso de todo esto es que justamente uno de los libros que es reconocido por su aporte o contribución a la lengua española, haya sido recomendado indirectamente a mi hermana por alguien que lo leyó en un país muy lejano y en otra lengua. Estoy segura de que somos muy afortunados de poder leerlo en su idioma original.

Y yo me siento afortunada de que haya llegado a mí en el momento correcto.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Crónica 50 - Random de pensamientos

Me gustaría poder escribir una linda canción en momentos como éste. De esa forma, por lo menos servirían para algo estas horas inutilizadas.

Si hubiera dedicado 6 años de mi vida -y con la cantidad de horas que dediqué al estudio- a la música, tal vez hoy podría escribir una bella melodía que acompañara unas armoniosas palabras y sería más feliz.