miércoles, 17 de septiembre de 2008

Crónica 23

Quiero creerle a Scalabrini Ortiz. Porque me daría una aproximación acerca de por qué de adolescente me sentía así. Resulta que este señor me explica: "El porteño es hombre de morosidades, y no está arrepentido de ello. Esa morosidad embota las facultades intelectuales. Por otra parte, el porteño de es hombre de entendimientos fatigosos: no los desea, ni los busca. El porteño admira la inteligencia que actúa desprevenida en un hecho inesperado: la sutileza, la sagacidad, la astucia, la elección acertada. Pero el porteño desdeña la inteligencia que se vanagloria de sí misma, la inteligencia que no se aboca a los planteamientos de la vida común, esa inteligencia conceptual que se nutre de libros, de teorías, y no de sensaciones"*

Ahora bien, yo siempre fui más del segundo tipo. ¿Inteligencia práctica? ¿Qué es eso? Nunca la tuve. Mi hermana me dijo hace poco: vos entendés lo más complicado, pero las cosas simples no las entendés. Y tiene razón.

Esto que decía Scalabrini Ortiz viene a explicarme que una de mis amigas de la adolescencia al decirme ciertas cosas no se daba cuenta de lo mal que me hacía. "Ser inteligente no es sacarse 10 en el colegio", me aseguraba siempre, por ejemplo, cuando yo no sabía preparar alguna comida o hacer alguna manualidad con los elementos que encontráramos en el momento.

Lo que entiendo, tomando las palabras de este autor que estoy leyendo, es que ella siempre estuvo más en sintonía con la idiosincracia argentina. Y yo, soy rara.

No me hace sentir mejor ni peor. Simplemente puedo teorizar de alguna manera ciertas cosas que me pasaban... y me siguen pasando.

Yo debo ser una abstracción extraña. Pero, esperen, si en Argentina hay muchos intelectuales. Sí, claro, pero no tantos intelectuales como habitantes. Además, la mayoría de la gente no admira a los intelectuales como, supongo, debe pasar en otros países. Admira a la que se desnuda en televisión cuando supuestamente debería estar bailando o patinando. Admira, no porque la tome como ejemplo, sino porque la mira y se pasa horas viendo como los otros la admiran también y hablan sobre ella. Es así. Que nadie me venga con elucubraciones mentales hoy. Me gustaría que mi pueblo fuera diferente. Pero es el que me tocó. Y, ¿qué voy a hacer? Lo mismo de siempre. Tratar de ignorar a la masa y quedarme con ese mínimo porcentaje de intelectuales, artistas y personas que están en mi sintonía. Que no sé cuál es. Pero supongo que está formando también parte de ese ser argentino.





* Raúl Scalabrini Ortiz - "El hombre que está sólo y espera"